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Click para ver más grande Estás leyendo parte de la revista de Marzo de 1957
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La Prueba del Ford V8 1957
La Prueba del Ford V8 1957
Por Floyd Clymer
SE ESCOGIO para esta prueba el Fairlane, cuya distancia entre ejes es de tres metros. Salí de la ciudad de Washington y, siguiendo los serpenteantes caminos que avanzan por la escarpada comarca que hay en las cercanías de Gettysburg, pasé por Harrisburg, en Pennsylvania. Luego me dirigí a la ciudad de Nueva York por la autopista de peaje, y retorné por los estados de Delaware y Maryland, En total, recorrí 975 kilómetros.

       Más tarde, en California, probé un sedán de 4 puertas Fairlane V8 500, con equipo aumentador de fuerza. Comprobé que las carrocerías de ambos coches son a prueba de agua y polvo. Esto último quedó plenamente demostrado en el recorrido a traves del desierto de Mojave.

       La excelente estabilidad del auto quedó demostrada cuando lo conduje en Pennsylvania, con fuertes vientos de costado. Durante una fuerte lluvia no penetró nada de agua. La carrocería está bien aislada y el ruido del viento y los crujidos de la carrocería son mínimos.

       El bamboleo fué insignificante. Debido a la poca altura del vehículo, se experimenta una gran sensación de seguridad al salvar una curva o al marchar a gran velocidad en carreteras desiguales. Como quiera que pesa 180 kilogramos más que el Ford 1956, es ahora, en realidad, un coche grande, y uno puede notarlo al conducirlo.

       Los neumáticos de 14 pulgadas, con presión de aire de 22 libras, amortiguan los encontrones en las desigualdades del suelo y, además, producen menos chirridos que los neumáticos usados anteriormente.

       Ambos carros Ford se comportaron muy bien. El Fairlane tiene una aceleración enorme. En las prolongadas rectas del Oeste, la aguja del velocímetro marcó 192 kilómetros por hora. Como ocurre en la mayoría de los casos, este instrumento registró una velocidad mayor, que puede calcularse en un 8 por ciento, lo cual representa el error promedio en autos de fabricación en series.

       El motor es de funcionamiento extremadamente suave y vibra muy poco. El automóvil no se recalentó, ni siquiera al conducirlo por el desierto.

       La transmisión Fordomatic funciona con suavidad; pero observé que cuando el acelerador está completamente abierto, el cambio final a alta es un poco brusco a 105. Los cambios a baja pueden hacerse a velocidades menores de 100 k.p.h.

       No puede ponerse en duda la solidez de la carrocería, pues no se produjeron chirridos ni traqueteos. Las puertas se abren y cierran con facilidad. Las cerraduras de las puertas delanteras y traseras se aseguran por medio de unos botones.

       Se ha mejorado la suspensión, habiéndose conservado al frente la de tipo de articulación esférica. Si bien la altura total es sólo de 1.45 metros (8 centímetros menos que el modelo del año pasado), el franqueo vertical sólo tiene 13 milímetros menos.

       La dirección motriz del Ford es buena, aunque la resistencia que ofrece el manubrio es considerable. Esto tiene por finalidad que el conductor se sienta en completa posesion del gobierno del vehículo. Para el máximo de giro se requieren cinco vueltas y media del manubrio, lo cual es demasiado para un coche con dirección motriz, y creo que sería mejor una relación más pequeña.

       Me complace que la capacidad del tanque de gasolina del Ford sea ahora de 76 litros. En los caminos desiguales, se produce vibración en los guardafangos delanteros, especialmente cuando se conduce a gran velocidad.

       El nuevo cierre del capó, desde adentro, es una característica positiva, y hace más difícil el robo de piezas que hay debajo del capó, el cual hora está abisagrado en la parte delantera y se abre desde atrás. Se trata únicamente de un dispositivo de seguridad, pues ya no existe el peligro de que se abra bruscamente, ni en caso de estar mal cerrado.

       El interior presenta un buen acabado. Los instrumentos están bien distribuidos. El manubrio, de tres rayos, tiene el cubo embutido como medida de seguridad. La visibilidad del velocímetro es excelente, ya que no está interceptado por la parte superior del aro de la bocina. Hay poco relumbramiento a causa del sol durante el día, o por reflejo durante la noche. El espejo retrovisor está bien ubicado, cerca de la parte superior del parabrisas; pero es demasiado pequeño. En general, la visibilidad ha mejorado.

       La posición al conducir es cómoda, y el auto se asemeja en algo al Thunderbird. A la izquierda del conductor está la llave del encendido, lo cual no me gusta pues no soy zurdo. La palanca de cambios tiene una posición de cierre para estacionamiento.

       Las manivelas de las ventanas funcionan con gran suavidad, y sólo se requieren 2 vueltas y media para elevar o bajar los cristales.

       El túnel para el árbol de la transmisión parece más pronunciado este año. Tiene en el centro 20 centímetros de alto sobre el suelo.

       Se emplean señales de aviso para el aceite y el generador, y no esferas con agujas, que es lo que yo preferiría. Los sistemas de ventilación y calefacción se regulan con facilidad, y el aire entra ahora desde el exterior por una toma situada exactamente debajo del parabrisas. El compartimiento de guantes es espacioso. Los pedales del freno y del acelerador están bien situados, excepto que es necesario levantar el pie más de siete centímetros para pasar del acelerador al freno.

       El baúl es grande, y la tapa está provista de una cerradura que se cierra automáticamente. La defensa frontal y la trasera son sólidas y prácticas, y ninguna de las dos se extiende demasiado. Me complace mucho que se hayan eliminado en el Ford los extremos del escape, el cual sobresalía a través de la defensa trasera en los modelos anteriores.

       Como en los modelos anteriores, existe la excelente particularidad de que la abertura para llenar el tanque de gasolina se halla detrás de la placa de circulación.
 
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La Prueba del Ford V8 1957

Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 20 - Marzo 1957 - Número 3


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Idea original de Mi Mecánica Popular por: Ricardo Cabrera Oettinghaus