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Estás leyendo parte de la revista de Junio de 1961
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Los disciplinados conductores franceses
no tocan sus bocinas
Un buen automóvil, al igual que un buen vino, es asunto de tiempo |
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Este mes las Noticias de Detroit se trasladan a Europa,
a fin de echar un vistazo, en su propio patio, a los "coches importados."
El motivo principal del viaje
fue el deseo de conocer anticipadamente al nuevo Peugeot (pronúncielo
nasalmente, a la francesa), sedan 404, que será comentado en Mecánica
popular del próximo mes. Pero ahora echaremos una breve ojeada al
paisaje automovilístico de Europa.
El andar rodando por las carreteras y caminos del este de Francia,
y el andar tejiendo filigranas entre el denso tráfico (aunque sin
embotellamientos), de París, Ginebra y Lyon, nos
brindó la oportunidad de aprender mucho acerca de los automovilistas
europeos, y acerca de sus rutas y de las regulaciones a que se atienen.
La característica que más
llama la atención en el automovilismo francés, es la ausencia
de ruidos. Nadie, pero absolutamente nadie desde De Gaulle
para abajo, hace resonar la bocina. Está prohibido hacerlo, y rigen
para ello regulaciones celosamente enforzadas. Antes de que se promulgara
dicha prohibición, el expresivo temperamento galo hacía odiosas
a las ciudades de Francia con su metálico ondular del aire por doquiera.
Ahora, tocar el botón de la bocina es el último recurso en
caso de emergencia, y no el primer impulso ante cualquier circunstancia,
como sucedía antes. En un recorrido de 1200 kilómetros oprimimos
el botón de la doble bocina del 404, solamente tres veces.
En lugar de confiarse en la
bocina el conductor francés lo hace en otros dos factores,
además de su constantemente afinada capacidad de observación:
uno es la señal direccional eléctrica, y el otro es la norma
del derecho de la derecha, a saber: el auto que está a la derecha
tiene derecho al paso. El
primero dispone que cualquier cambio de curso ha de ser anunciado parpadeando
los indicadores. Esto implica que, si usted pretende ganar dos pasos a la
izquierda para pasar a una bicicleta (que aparecen cada pocos metros en
todas las poblaciones), lo debe indicar con sus luces.
La regulación de la derecha se cumple también escrupulosamente.
Usted puede adentrarse en un tráfico circular contra-reloj, con "savoir
faire", en un diminuto Renault, mientras enormes remolques
hacen silbar sus frenos neumáticos rindiendo pleitesía a su
"derecho de derecha." Ahora, el salir de dicha ruleta vehicular
ya es otro cantar. Es muy posible que deba usted aguardar hasta que la motoneta
que está a su derecha haya pasado de largo.
Deberá usar también sus faros delanteros, sea de
día o sea de noche, para indicar su intención de pasar. Esto
explica la presencia del control de los faros, en la columna de la dirección,
que tanto desconcierta a los compradores norteamericanos de automóviles
franceses. El conductor francés
utiliza, además, luces delanteras pequeñas, cuya mitad superior
está aminorada con una pantalla plástica, amarilla, que les
quita el resplandor. Es verdad que tales faros no difunden tanta luz como
los nuestros, pero también es verdad que no encandilan a los conductores
que vienen en sentido contrario. El resultado es que los automovilistas
ven mejor el escenario total que tienen al frente, inclusive los vehículos
que llegan desde caminos laterales.
Un vistazo general a las fábricas Peugeot
en Sochaux, Francia, explicó algunas de las razones fundamentales
de la alta calidad que suponemos garantizada en muchos coches importados,
especialmente cuando éstos son un modelo en la escala de precio intermedio,
como lo es el mismo Peugeot.
El ingrediente máximo es el tiempo. En las líneas de acabado
de carrocería y de armado, los obreros cuentan con el tiempo extra
necesario para asegurarse de que las puertas están debidamente abisagradas
y ajustadas, y de que todas las piezas de guarniciones y detalles están
perfectamente alineadas. En todas las etapas de la línea hay obreros
auxiliares, listos para colaborar cuando se precisa otro par de manos. Resultado,
pocos detalles se deslizan por debajo de los niveles pretendidos y buscados
por los diseñadores y creadores.
También los subconjuntos de ensamble son objeto de tierna
y amorosa preocupación. Toda trasmisión es escuchada en un
casilla de pruebas antisonora, a medida que encastra en cada engranaje.
Todos los engranajes helicoidales de ejes traseros, exclusividad de Peugeot,
reciben igual estudio estetoscopio.
Los motores se ponen a funcionar por corto tiempo en bancos de prueba, bajo
la observante mirada de expertos que al mismo tiempo extreman su sensibilidad
auditiva para captar el ruido de alguna floja cadena de distribución;
o el suspiro de un distribuidor pobremente ajustado.
Y con todo ello, no es ese un taller de especialistas, compuesto exclusivamente
por "artesanos de viejo cuño" que hacen autos a la medida
para pedidos individuales. La gran fábrica de Sochaux cuenta con
la mano de obra de 19.000 trabajadores, que producen diariamente mil autos
y camiones livianos. |
Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 28 -
Junio 1961 - Número 6
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