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Vigía Espacial - Por el Dr. Dan Q. Posin - CATEDRATICO DE FISICA DE LA UNIVERSIDAD DE DEPAUL, Y CONSULTOR Y ASESOR CIENTIFICO DE LA COLUMBIA BROADCASTING SYSTEM
EL EXITO QUE ha alcanzado Rusia al lanzar al espacio un cuerpo de 260 kilogramos, y hacer impacto en la Luna, hace que cobre actualidad nuestro artículo de octubre, titulado "Carrera a la Luna." Muchos de los lectores de Mecánica Popular expresan gran interés respecto al grado de progreso en que se hallan los Estados Unidos en la etapa precursora de los viajes espaciales y, en general, en la ciencia relativa a los cohetes. Los hay quienes ponen en duda la completa veracidad de los informes que da Rusia al mundo sobre sus empresas. Pues bien, su disparo a la Luna debe disipar toda duda al respecto.

El disparo a la Luna es impresionante por dos razones: La gran potencia de empuje que debe haber tenido el cohete lanzador, y la precisión del sistema de dirección. A fin de lanzar hasta la Luna la cápsula de 260 kilogramos que contenía los instrumentos (sin mencionar la última sección vacía cuyo peso era de unos 1100 kilogramos) , se tuvo que producir un empuje inicial de algo así como 800.000 libras. Desgraciadamente, en los Estados Unidos no se ha logrado todavía esto, si bien existen planes en procura de empujes mucho mayores. Podría asegurarse que la dirección del raudo vehículo se efectuó, en gran parte, desde la Tierra, lo cual requiere el empleo de un poderoso transmisor con una enorme antena direccional que-a modo de reflector-concentre sus ondas de radio en un estrecho haz de energía cifrada. Sin embargo, cuando la cápsula se había alejado de la Tierra, entró en funciones su propio sistema de dirección. Todo esto implica un volumen relativamente considerable. El sistema de dirección de vuelo era complejo, lleno de computadores, y con un sistema exploratorio de radar. Al aproximarse la cápsula a su destino, es de suponer que envió impulsos hacia la Luna, los cuales retornaron como ecos. El tiempo, transcurrido entre la transmisión y la recepción determinó la distancia que faltaba en el recorrido (la mitad del tiempo total multiplicado por 300.000 da la distancia en kilómetros; una operación que, por supuesto, el computador automático efectúa instantáneamente). Además, el sistema de dirección contenía los elementos de un indicador automático de ruta.

Ciertas personas han manifestado que es posible que la cápsula no llegara a la Luna, y que se simuló la destrucción que hubiese sufrido por el impacto, mediante un contador de tiempo que apagó el radio en el momento preciso. Con ayuda del telescopio de radio que hay en Jodrell Bank, en Inglaterra, se siguió el curso de la cápsula gracias a las señales de radio que emitía, y, de ese modo, se registraron todos los cambios de velocidad. Al dejar la Tierra, su velocidad era de unos 40.000 kilómetros por hora, la cual disminuyó a causa de la atracción de la Tierra. Cuando alcanzó la región de equilibrio (donde la atracción de la Tierra es igual ala de la Luna) tenía una velocidad de 2,4 kilómetros por segundo. Al pasar dicha zona, se inició la aceleración y, al final, su velocidad era aproximadamente de 3,1 kilómetros por segundo (unos 11.000 kilómetros por hora) .Cualquier aparato que pudiese simular todos estos cambios, tendría que ser más intrincado que el sistema de dirección.

La ciencia rusa no es más avanzada que la de los Estados Unidos. En lo que llevan la delantera es en este campo especializado y espectacular de la propulsión de cuerpos al espacio. Por supuesto, no hay razón para que mantengan su superioridad ni aun en esta esfera. Todo lo que necesita Estados Unidos para eliminar la diferencia existente es lo siguiente: Un ferviente deseo de los jóvenes de entender el universo en el cual viven, amor a la ciencia, y la determinación de perpetuar el sentimiento de la libertad humana. Estos factores no son el producto de estímulos superficiales, tales como el lanzamiento de un cuerpo al espacio. Son tan sólo el resultado de inspiración, unido aun sistema educativo más avanzado. Si logramos establecer una educación integral y dinámica, y nos sentimos sinceramente deseosos de comprender el universo debido al reto que constituyen sus misterios infinitos, nunca experimentaremos desasosiego cuando otra nación lance un cohete alrededor de nuestro planeta o en torno de la Luna, ni tampoco cerraremos los ojos y balbucearemos, "no lo creo".

Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 26 - Enero 1960 - Número 1



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Idea original de Mi Mecánica Popular por: Ricardo Cabrera Oettinghaus