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Estás leyendo parte de la revista de Septiembre de 1959
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GRACIAS A LA TEORIA de la relatividad, de Einstein, podemos vislumbrar
muchas de las complicaciones que surjan cuando iniciemos las exploraciones
en el espacio, las cuales constituirán sin lugar a dudas, la aventura
más prodigiosa que haya intentado el hombre.
La teoría de Einstein origina
una serie de conclusiones que suenan increíbles; pero que, sin embargo,
se han venido comprobando a lo largo de los años. Por ejemplo, establece
el principio de la transformación de la materia en energía.
Su comprobación constituyó la escalofriante tragedia en Hiroshima
y Nagasaki. Determina, también, que si un rayo de luz pasa cerca
de un gran cuerpo celeste, sufre una desviación. Esto también
se ha confirmado, incluso mediante mediciones efectuadas en el transcurso
de varios eclipses solares.
De todas las deducciones científicas
que obtuvo Einstein de su famosa teoría, la más portentosa
y que mayor relación tiene con las exploraciones del espacio es la
siguiente: Si un cuerpo se aleja de la Tierra, el tiempo transcurrirá
dentro de él con más lentitud que en este planeta. Mientras
mayor sea su velocidad, mayor será la lentitud con que avance el
tiempo. Se planea lanzar un satélite con un reloj provisto de un
transmisor de radio, a fin de hallar de modo irrefutable la diferencia existente.
Es posible que el retardo sólo sea de una milésima de segundo
en tres meses; pero existen métodos para medir con toda exactitud
una fracción tan pequeñísima de tiempo. Este experimento
se llevará a cabo muy pronto.
Examinemos los viajes espaciales a
la luz de las teorías de Einstein. ¿Hay posibilidades de efectuar
un viaje a otro sistema planetario? Comencemos por anotar que la distancia
hasta el más cercano de los soles que pueblan el universo, Alpha
Centauri, es de unos 40 billones de kilómetros. ¿Nos atreveríamos
a intentar un viaje semejante? Basta considerar que para llegar a Pluto
-el planeta más lejano de nuestro sistema-, que se encuentra a 5.630.000.000
de kilómetros, se requerirían cinco años si se viajara
a razón de 160.000 kilómetros por hora. Alpha Centauri está
a una distancia 7000 veces mayor. ¿Significa, entonces, que se invertirían
en el recorrido 35.000 años, o sea el producto de la multiplicación
de 7000 por 5? Si fuera así, nuestros aeronautas del espacio tendrían
que llevar consigo una buena provisión de frascos con alguna droga
para mantenerlos alertas y despabilados.
Vamos a imaginarnos ahora viajes a
puntos más remotos, como por ejemplo hasta el final de nuestra galaxia.
Como la distancia es 25.000 veces mayor que la que existe hasta Alpha Centauri,
tendríamos que multiplicar 25.000 por 40 billones de kilómetros,
cuyo resultado es 1000.000.000.000.000.000 de kilómetros. Si se hace
este viaje a la velocidad de 160.000 kilómetros por hora, se invertirían
unos 900.000.000 de años. Como puede verse, aún el hombre
más vigoroso y resistente tendría dificultades de llegar en
buenas condiciones al final del viaje, por más píldoras de
vitaminas que ingiriese durante el trayecto.
Sin embargo, de acuerdo con la Teoría
de la Relatividad, tal vez sea posible que se lleguen a hacer esos viajes.
En primer lugar, no habría razón de limitarse a una velocidad
de tan sólo 160.000 kilómetros por hora, cuando se vislumbran
posibilidades de hacerlo a 160.000 kilómetros por segundo. El hombre
es capaz de alcanzar tal velocidad en el espacio mediante la utilización
de energía atómica. y éste no es el único factor
favorable que existe. Tengamos presente que la Teoría de la Relatividad
determina que si se consiguen velocidades portentosas -que se acerquen ala
de la luz (300.000 kilómetros por segundo)-el tiempo en la nave espacial
transcurriría con mayor lentitud que en la Tierra. Por ejemplo, durante
el decurso de un millón de años-computados de acuerdo con
las condiciones que prevalecen en la Tierra-, un aeronauta del espacio que
viajara a una velocidad que se aproximase ala de la luz, envejecería
únicamente unos cuantos años. No sólo el mecanismo
de su reloj de pulsera reduciría su ritmo, sino que también
se retardaría el proceso biológico de las células,
del sistema circulatorio, y todas las demás funciones del organismo.
Por consiguiente, su envejecimiento correspondería a sólo
unos cuantos años de vida en nuestro planeta.
Aunque es imposible que un cuerpo material
alcance la velocidad de la luz, podemos conseguir velocidades que se acerquen
a 300.000 kilómetros por segundo, lo cual determinaría que
durante el recorrido por las inmensas soledades del espacio, los aeronautas
casi no envejecerían. |
Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 25 -
Septiembre 1959 - Número 3
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