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Estás leyendo parte de la revista de Mayo de 1959
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EN LOS ESTADOS UNIDOS se proyecta lanzar un satélite con un tripulante.
De acuerdo con el plan formulado, el aeronauta del espacio dará 15
ó más vueltas en torno de la Tierra, y luego retornará
sano y salvo. La McDonnell Aircraft Company está diseñando
la cápsula-de cuya construcción se hará también
cargo-que conducirá al explorador alrededor del mundo, no en los
clásicos 80 días, sino tan sólo en algo más
de 80 minutos.
Se utilizará un PBIC Atlas para
impulsar la cápsula en que efectuará su viaje el aeronauta.
Gracias a dos motores reforzadores ya uno sustentador, este cohete ya ha
desarrollado un empuje de más de 350.000 libras. A fin de elevar
el empuje a algo más de 1.000.000 de libras, se instalarán
otros cohetes reforzadores en torno del casco principal. En esa forma, se
podrá hacer ascender una carga considerable a la altura necesaria
en que la escasa densidad del aire permita que un cuerpo gire por algún
tiempo. Mediante un equipo de radio, se guiará la cápsula,
desde la Tierra, a lo largo del curso trazado. Si ocurriera algo imprevisto
durante el ascenso, será posible separar la cápsula y hacerla
retornar a nuestro planeta con ayuda de un paracaídas.
Después de efectuar cierto número
de revoluciones, el tripulante encenderá un cohete de frenamiento
cuya tobera de escape se halle en el sentido en que avanza el satélite.
La reculada resultante anulará gran parte de la velocidad de avance.
Después de descender por algún tiempo por acción de
la gravitación terrestre, se abrirán varios paracaídas,
y el explorador aterrizará sano y salvo. Gracias a las señales
de radio emitidas desde la cápsula, los observadores ubicarán
la situación del lugar en que se halle. Por supuesto, la cápsula
será flotable, pues hay muchas probabilidades de que el explorador
caiga en el agua.
Una vez establecida la órbita,
el satélite navegará a unos 200 kilómetros sobre la
superficie de la Tierra, o sea en las capas elevadas de la atmósfera.
Dado que en esa zona el enrarecimiento del aire es muy pronunciado, el aeronauta
podría permanecer ahí por varias semanas, a no ser que sufra
trastornos físicos que lo obliguen a efectuar un descenso inmediato.
Pero aunque sólo realizara 15 ó 30 revoluciones (un día
o dos), se obtendrán suficientes datos sobre los efectos que se producen
en el organismo humano a esas alturas, lo cual tendrá un valor incalculable
para los hombres de ciencia.
La velocidad durante las revoluciones
será de unos 29.000 kilómetros por hora, cifra que nos es
bastante familiar, pues es la misma que se ha mencionado en los periódicos
en relación con todos los satélites que el hombre ha lanzado
hasta la fecha. Con respecto a esto, debemos observar que dicha cifra no
es algo absoluto ni mágico. La velocidad se reduce a medida que aumenta
la distancia. Esto se debe a que la fuerza de la gravitación terrestre
se aminora, y, por consiguiente, disminuye proporcionalmente el factor de
velocidad requerido para equilibrar dicha fuerza. A la distancia en que
se halla la Luna, un satélite navegaría a solo 3200 kilómetros
por hora, que es precisamente la velocidad del astro nocturno.
No es difícil calcular la velocidad
a que debe avanzar un satélite en relación con una determinada
distancia desde la Tierra. Por ejemplo, a 6450 kilómetros desde el
centro de nuestro planeta (aproximadamente a unos 50 kilómetros sobre
la superficie terrestre), la velocidad de traslación, en el curso
de las revoluciones, es aproximadamente de 29.000 kilómetros por
hora; a 26.000 kilómetros desde el centro de la Tierra, dicha velocidad
se reduciría a 14.500 kilómetros por hora; ya 58.000 kilómetros,
se requiere una velocidad de 9600 kilómetros por hora.
Tomando como base lo dicho anteriormente,
un navegante del espacio podría efectuar un viaje de particular interés
alrededor del ecuador, a una distancia aproximada de 35.500 kilómetros
de la superficie terrestre (unos 41.800 kilómetros desde el centro
de la Tierra). A esta distancia, la velocidad para mantenerse en órbita
tendría que ser de unos 11.000 k.p.h. y es precisamente a esta velocidad
cuando el satélite se desplazaría al unísono con la
rotación de la Tierra en torno de su eje. Por lo tanto, un navegante
del espacio que se halle a 35.500 kilómetros sobre el ecuador, se
mantendría todo el tiempo sobre el mismo meridiano terrestre. Es
como si un hombre estuviera encaramado en la punta de un poste de 35.500
kilómetros de alto, con la diferencia que en este caso no habría
poste alguno. |
Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 24 - Mayo
1959 - Número 5 |
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