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La criónica se pone candente
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Por Jim Wilson |
Quizá no tenga
resultado, Tal vez pierdas tus recuerdos. Pero, si funciona,
podrías regresar a la vida en el futuro. |
Dejar que me corten la cabeza no es
una mala idea -claro, cuando esté muerto, Me motiva la
lectura de un par de reportajes que versaban sobre las
técnicas que permiten que las células se
mantengan en un estado de conservación casi perfecto. La
preservación de las células es la clave de la
criónica, disciplina que ha sido promocionada como la
posibilidad de regresar de la muerte en un futuro.
Desde la introducción de esta idea a mediados de los
setenta, la perspectiva de resucitar ha mejorado. Esto sucede de manera
rutinaria en las unidades de terapia intensiva y en las ambulancias. De
forma simultánea, los científicos han descubierto
cómo revivir tejidos vivientes que ha sido almacenados a
temperaturas ultrabajas. Algunas veces, se cuentan historias
sensacionalistas sobre batallas legales por la posesión de
un embrión. Más allá de los titulares
hay un comercio de embriones congelados que es muy activo, organizado y
legal. La mayoría de esos embriones son de caballos de
carreras, sementales o de especies en peligro de extinción.
Si se trata de animales, la sociedad acepta que la vida es un evento
químico y que, si las células son colocadas a
temperaturas ultrabajas, entran en un estado suspendido. A pesar de
ello, a nivel mundial sólo unas mil personas se han
arriesgado a evadir la muerte y buscar resucitar en el futuro.
Y es que si la criónica se aplica en humanos, de inmediato
surgen consideraciones morales, legales y éticas. Por
ejemplo, si mueres, sólo puedes ser congelado hasta que
hayas sido declarado legalmente muerto. El dinero es otro
obstáculo. Para colmo, también está el
problema de los cristales de hielo.
Congelar un cuerpo humano no es lo mismo que helar una masa de
células embrionarias. El éxito de la
suspensión no sólo radica en congelarlo a una
temperatura muy baja, sino en realizarlo rápidamente.
Expliquémonos: el agua se expande cuando se congela. En esa
situación, el agua deja de fluir a través de la
tubería hasta que se derrite. Si los tubos se rompen, el
agua saldrá rociada. Pasa exactamente lo mismo con el hielo
cuando está dentro de las células, que
están repletas de estructuras microscópicas
-incluyendo ADN- que se dañan más
fácilmente que las tuberías de cobre.
La perspectiva de que puedan colarte ha dejado en segundo plano al
problema de la reparación. Esto es ambiguo, ya que si te
clonan, no se hará lo mismo con la información y
el conocimiento que hayas adquirido durante tu vida y almacenas en tu
cerebro. De cualquier forma, la masa cerebral es la parte
más vulnerable durante la formación de cristales
de hielo.
“Hoy día, en lugar de congelar tejidos y aceptar
que el hielo causará daños, una serie de avances
permiten que los sistemas biológicos se congelen sin que la
formación de cristales de hielo cause un daño
sustancial.” dice Jerry Lamler, director médico de
la Fundación Alcor para la Extensión de la Vida
en Scottdale, Arizona. “Es estado sólido tipo
cristal es llamado vitrificación.”
Uno de los defectos de la vitrificación es que los cristales
de hielo sólo se evitan si el congelamiento de hace con
rapidez. Mientras mayor sea la masa de tejido, se requiere de
más tiempo de congelación y se aumenta la
posibilidad de la formación de cristales. Para prevenir esta
situación se inyectan químicos llamados
criopectantes, similares al anticongelante.
Los avances en la vitrificación están
revolucionando a a criónica. Alcor ha comenzado a persuadir
a aquellos que quieren preservar su “cuerpo
completo” a convertirse en “pacientes
neurológico” para que sus cerebros sean
vitrificados. En el futuro podrían construirles con ADN un
cuerpo similar al que tenían. “Aún no
sabemos si funcionará. Sin embargo, la posibilidad de
revivir es grande”, dice Linda Chamberlaine, presidenta de
Alcor.
Planeo tener mi cabeza bien pegada a mi cuerpo durante 50
años. Después, la enviaré por
mensajería a Alcor para que sea despertada en
algún momento del siglo 23. |
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Fuente: Revista Mecánica
Popular - Volumen 54 - Diciembre 2001 - Número 12 |
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