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Para que los ciegos puedan trabajar y distraerse - Abril 1952
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Hace cien años, un hombre de
baja estatura, enjuto y de apariencia tuberculosa, llamado Luis Braille
(1809-1852), murió solo y amargado en una pensión de
París. Había perdido la vista cuando tenía 3
años de edad. Al morir dejó un sistema de
enseñanza para que los ciegos pudieran leer, que se ha utilizado
en hogares, fábricas, talleres y escuelas.
Desde entonces, el método de lectura ideado por este pobre
hombre, olvidado y despreciado por sus contemporáneos, ha sido
adaptado a casi todas las lenguas conocidas y a artefactos para
beneficio de cientos de miles de personas que nacieron ciegas o
perdieron la vista en enfermedades o accidentes.
Hubo una época en que un ciego era un ser despreciable, oprimido
bárbaramente, objeto de burlas y obligado a la mendicidad. Hoy
día, los ciegos ocupan su lugar en la sociedad como obreros,
diseñadores, cocineros, amas de casa, expertos en
electrónica, peatones, ensambladores, carpinteros, pintores,
mecánicos, autores, obreros de construcciones, músicos y
aún como fotógrafos.
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Fuente: Revista Mecánica
Popular - Volumen 10 - Abril 1952 - Número 4 |
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