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El
General Curtis E. LeMay fue nombrado Jefe de la Fuerza Aérea de los
Estados Unidos durante el mes de mayo de este año. Es un experto
en bombardeos aéreos, que tuvo una actuación brillante al
frente de tropas norteamericanas en Europa y Asia durante la Segunda Guerra
Mundial y en el Comando Aéreo Estratégico. |
El Momento Culminante |
EL TIEMPO, el lugar y la circunstancia se combinan para producir
momentos culminantes. El mío fue en mayo de 1938, durante unas maniobras
del Cuerpo Aéreo en la costa oriental de Estados Unidos.. La circunstancia
se debía a que se había encome9dado a tres Fortalezas Volantes
B-17 descubrir el paradero del buque italiano Rex, que navegaba en la inmensidad
del Océano Atlántico, a más de 1100 kilómetros
de distancia.
El nuevo Comando de la Fuerza Aérea estaba buscando una oportunidad
semejante para demostrar la capacidad de loS aviones bombarderos de largo
alcance. Pero la tarea no iba a ser fácil, ya que se suministraron
pocos informes sobre la posición probable del buque, el cual se dirigía
a Nueva York. Se escogió a mi cuadrilla para encabezar la formación,
y yo sería el navegante jefe.
Esta era una responsabilidad lo suficientemente importante para poner nervioso
a cualquier teniente, pero cuando despegamos temprano en la mañana
del 12 de mayo, se multiplicaron mis problemas. A bordo, había un
transmisor de radio que pertenecía a la compañía radiodifusora
National Broadcasting Co., dos ingenieros y un locutor de radio. En los
otros aviones iban periodistas.
Volamos sobre Sandy Hooka las 08:45 horas y nos dirigimos hacia el mar,
no obstante los pronósticos metereológicos de que haría
muy mal tiempo. Basada en mis cálculos de que daríamos con
el buque italiano a unos cuantos minutos después del mediodía,
la NBC programó un reportaje para las 12:30. Millones de radioescuchas
serían testigos de nuestro éxito o nuestro fracaso.
Debido a las densas nubes que había en lo alto tuvimos que volar
a una altura de 300 metros. De vez en cuando lográbamos ver las aguas
del mar picado, pero no fue sino hasta las 10:00 horas que los rayos esporádicos
del sol atravesaron el denso manto de nubes para poder yo comprobar el viento.
Con rapidez verifiqué nuestra posición exacta y los aviones
alteraron su trayectoria hacia el lugar donde esperábamos descubrir
el vapor Rex.
Pero lo anterior no habría de ser nuestro único problema.
Por delante se extendía un turbulento frente frío.
Los aviones se separaron alas 11:00 horas y se metieron por entre las obscuras
nubes. Durante 15 minutos nos azotó la furia de una gran tormenta.
Cambiamos nuestros cálculos sobre el encuentro del buque para las
12:25.
No parecía posible dar con el Rex en cinco minutos. Yo podía
escuchar al locutor de radio anunciando que estábamos desplegando
esfuerzos inútiles. Y para colmo de los males, al llegar las 12 tuvimos
que atravesar un área de visibilidad nula y fuertes aguaceros.
El Rex, pensamos nosotros, bien podía estar bajo las nubes.
Comprobé y volví a comprobar mis cálculos. A medida
que las manecillas de mi reloj se movieron a la posición de las 12:20,
con ansias miré por entre cada nube, tratando de no perder la confianza.
¿Dónde estaba el Rex? ¿Había yo cometido un
error en mis cálculos de navegación? Alas 12:23, mientras
echaba un vistazo a mi libro de vuelo para comprobar nuevamente mis cálculos,
oí una voz que gritaba: "¡Al1í está el Rex!
¡Allá abajo!"
La Fortaleza Volante voló sobre el moderno buque alas 12:25. Habíamos
dado prueba de lo que alegábamos. Las grandes masas de agua y tierra
ya no constituían barreras para los aviones bombarderos de largo
alcance. |
Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 29 -
Octubre 1961 - Número 4
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