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Vladimir
K. Zworykin nació en Rusia, en 1889, pero se hizo ciudadano de los
Estados Unidos en 1924. Ha sido una de las grandes luminarias de la ciencia
electrónica, habiendo recibido numerosas distinciones. Ahora es vicepresidente
honorario de los Laboratorios RCA. |
El Momento Culminante |
EL ESCOGER la experiencia más estimulante, más
brillante, en una larga carrera, constituye una labor comparable a la selección
del cuadro más significativo en una película cinematográfica
de largo rodaje. Excepto en aquellos raros casos en que del cerebro de un
Newton emana una genial idea con la caída de una manzana, o cuando
un Hillary se yergue por primera vez en la cúspide del mundo, nuestros
momentos más grandes sólo se hacen evidentes en retrospectiva,
adquiriendo un significado especial sólo dentro de otros acontecimientos.
De numerosos momentos semejantes a través de más de medio
siglo, existe un acontecimiento en mi vida que, al ocurrir, casi no tuvo
significado alguno pero que se ha convertido en algo importante al asociarse
con todo lo que siguió después. Fue un momento de descubrimiento,
pero en que fui yo el que fue descubierto, y no el descubridor.
Tuvo lugar este extraordinario acontecimiento de mi vida en el Instituto
de Tecnología de San Petersburgo, Rusia, allá por el año
de 1910. El lugar y el tiempo resultan importantes para justipreciarlo,
ya que entonces las relaciones entre el estudiante y el profesor eran extremadamente
formales.
Había llegado yo al Instituto con grandes ansias de adquirir conocimientos
técnicos. Los estudios dejaban a los alumnos el tiempo suficiente
para dedicar sus horas libres al estudio de nuevos tipos de equipo experimental
que muchos de nosotros vimos por primera vez como estudiantes en ese Instituto.
Fue el gran interés que demostré en uno de esos dispositivos
-un novedoso tipo de sistema al vacío- lo que me proporcionó
durante mi tercer año de estudios una oportunidad de extraordinaria
importancia para mí.
Mi interés en la nueva máquina al vacío llamó
la atención de un tímido profesor de edad mediana que de cuando
en cuando visitaba el laboratorio para revisar nuestro trabajo. Durante
varias semanas, observó él mis esfuerzos y poco a poco me
fue ofreciendo su guía y su amistad. Un buen día que ha resultado
inolvidable para mí, me confió que estaba realizando unos
experimentos enteramente nuevos en el laboratorio que tenía en el
sótano del Instituto; una serie de experimentos para los cuales necesitaba
él la cooperación de un joven ayudante. ¿Me gustaría
a mí ayudarlo a trabajar después de clases todos los días?
Por supuesto que sí, le contesté.
El nombre de ese profesor era Boris Rosing. Sólo después de
haber aceptado su oferta fue que descubrí la naturaleza exacta de
sus experimentos secretos. Había él concebido una nueva solución
al problema, casi desconocido en aquel entonces, de captar imágenes
por medios electrónicos para luego transmitirlas a puntos distantes.
Por la puerta que me abrió en el momento en que me hizo esa invitación,
ingresé junto con él a un nuevo e interesante campo, siguiendo
después una trayectoria que condujo al invento del iconoscopio y
al nacimiento de la televisión electrónica moderna. |
Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 29 -
Agosto 1961 - Número 2
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