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Una
de las fases más bellas de la filatelia, que resulta de gran ayuda
sedativa tras un día de mucho trabajo y presión síquica,
es la contemplación detallada de una colección de sellos.
No es necesario que previamente se haya seleccionado una temática
o motivo, sólo con ir pasando las hojas del álbum o libro
clasificador en que se encuentren los sellos, al poco rato ya algo habrá
captado nuestra atención, nos habrá absorbido mental y visualmente
de tal manera que, olvidados del decursar del tiempo, cuando salgamos de
tan delicioso embrujo, además de haber aprendido algo nuevo en nuestros
sellos, sentiremos un relajamiento y falta de tensión en nuestra
mente y cuerpo.
Un tema muy interesante que jamás
he visto en las vitrinas de las más de un centenar de exhibiciones
filatélicas a que he concurrido, sería este de manos
en sellos. Manos que trabajan, manos de un amigo, manos de compasión,
manos de alivio, manos que consuelan, manos de seguridad, manos de fuerza,
manos de caridad, manos de bendición.
Desde un ángulo muy personal,
mi preferencia filatélica ha sido siempre coleccionar sellos de todos
los países de Hispanoamérica, especializado en sellos de Cuba,
mi país de origen. y más de una vez he recomendado desde estas
páginas, coleccionar sellos del país donde se reside y los
demás países hermanos de Hispanoamérica. Y si bien
es verdad que hoy día reúno en mí los atributos de
comerciante, periodista y corresponsal filatélico, es el de coleccionista
el que más me agrada, obligándome a revisar con detenimiento
una y mil veces mi extensa colección de sellos hispanoamericanos.
Así fue como descubrí tantas manos.
Siempre que un artista diseña
un sello, es su más íntimo deseo que junto a la admiración
por su obra se pueda recibir el mensaje que con ella se pretende transmitir
a los demás. Nuestros sellos en Hispanoamérica muestran con
bastante frecuencia como tema central, manos. Manos que significan algo,
manos que nos traen un mensaje, manos que están ahí para decirnos
algo.
Manos que nos recuerdan la vieja y noble
historia de dos amigos empeñados en ser pintores, pero poseedores
de muy pocos recursos, lo cual llevó a uno de ellos a trabajar bien
duro para que el otro pudiera estudiar y luego él proseguir sus estudios.
Pero aquellas manos de tanto trabajar se volvieron toscas y poco hábiles
para un artista. Una noche, ya casi llegando al feliz día de su graduación,
el joven artista reparó en su amigo y sacrificado mecenas. Este se
encontraba orando y sus embrutecidas manos parecían irradiar un extraño
esplendor, luz de manos a las que él debía su carrera, manos
sacrificadas para ayudar a un amigo, y decidió plasmar para la posteridad
aquellas MANOS QUE ORAN como un pequeño homenaje de admiración,
agradecimiento y respeto hacia quien por él se sacrificó.
Así dice una antigua historia; nació o fue creada por Doré
su obra maestra, reproducida en varios sellos, Manos que oran.
Ojalá que esta crónica
logre captar la preferencia de algunos filatelistas entre los muchos que
nos honran leyéndonos mensualmente, y más aún, sería
bello saber que la misma ha servido para dar inicio en el coleccionismo
de Manos en sellos, a filatelistas ya iniciados ya los
que aún no habían encontrado un tema que coleccionar. |
Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 36 -
Abril 1983 - Número 4
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