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El coleccionismo de sellos es algo tan ilimitado, tan ligado
a la imaginación y a la creatividad, que cuando estoy a punto de
no saber qué tema tratar -para no repetir un tema ya tratado en casi
150 artículos aquí aparecidos-, llega alguien a mi oficina
filatélica y me muestra su colección de sellos, con una temática
que agrega algo más a lo que hasta el momento hemos visto o imaginado.
Mi cliente, además de mostrarme
su colección de sellos me recitó, sin siquiera coger aliento,
sus tres o cuatro nombres bautismales, seguidos de un montón de apellidos
y una larga disertación para que yo supiera que él pertenece
a familias del "más alto abolengo". Tras todo esto, mi
paciencia fue bien retribuida al permitirme ver su colección, pulcramente
montada en hojas tamaño holandés, cuadriculadas en color café
claro, para carpetas de 18 anillas, con finas líneas doradas creando
un marco, y las descripciones de los sellos hechas a mano por un diestro
calígrafo o pendolista.
Después de pasar bastante tiempo
viendo una gran cantidad de sellos y leyendo las extensas descripciones
de los mismos, disfrutando del trabajo de un apasionado por la realeza y
los sellos, se reafirmó en mí el concepto de que la filatelia
sirve para disfrutar y materializar cualquier gusto, lo mismo para el que
colecciona trenes en sellos porque labora en el sector ferroviario, como
el que colecciona sellos dedicados a la medicina porque es médico
o alguien como este coleccionista, que en su colección de sellos
refleja sus "ínfulas de realeza".
Como nadie tiene el derecho a decirnos
qué coleccionar y mucho menos a limitarnos en las maneras de coleccionar;
como la filatelia es en mucho un desahogo y entretenimiento para el descanso
mental, cuando uno contempla una colección tan elaborada, se hace
interesante, nos cautiva y mediante ese embrujo de las cosas que no se ven
a diario, nos ilustra sobre personas y acontecimientos que luego nos ayudan
a comprender un poco más la realidad, el mundo en que vivimos.
No puedo confesarme ignorante del mundo
de la nobleza, soy de los que leen muchas revistas y en ellas se entera
uno de todo lo que acontece a las no pocas familias nobles o reales que
aún quedan; pero, qué va, este coleccionista ha vertido tantos
datos genealógicos, heráldicos e históricos en su colección
que deslumbran al más frío o calmado lector de las descripciones
de Carlos y Diana de Inglaterra, Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, Balduino
y Fabiola de Bélgica, Raniero y Grace de Mónaco, Juan Carlos
y Sofía de España y, claro está, Enrique y María
Teresa de Luxembrugo, joven cubana con la cual él está emparentado. |
Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 41 - Junio
1988 - Número 6 |
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