RSS twitter.com Facebook Boletín por Correo
Google+

Foro MiMecánicaPopular
Suscríbete al Boletín
Video del día (9)
Búsqueda personalizada

Webs Amigas
El Taller
de Rolando

Todo sobre Hornos Artesanos







Políticas de privacidad



Click para ver más grande Estás leyendo parte de la revista de Diciembre de 2002
Recomienda este artículo a un amigo Recomienda este artículo a un amigo
Genes criminales
Por Jim Wilson
¿La maldad viene de nacimiento? Nos  hemos hecho esa pregunta desde los  tiempos de Caín y Abel, pero por fin la  ciencia puede responderla. De hecho, nos tiene un par de respuestas. La primera de ellas es es “sí”: la mayoría de los criminales  comparten  defectos  genéticos. La otra es más larga y complicada, pero podría llevar a la erradicación de los crímenes violentos. El debate en torno a la posibilidad de que el crimen se transmita de generación a generación se reanimó cuando investigadores de la Universidad de Wisconsin  (UW) anunciaron que habían encontrado un vínculo directo entre los genes y  el comportamiento.

Ésta, al igual que muchas otras historias relacionadas con el comportamiento humano. empieza en el cerebro. Cada una de las decisiones que tomamos,  para bien o para mal, ocurre en el interior de los pequeños espacios que hay  entre las 100 mil millones de células  nerviosas que hay en él. Esas células, llamadas neuronas, no se tocan entre sí y  están separadas por pequeños huecos,  en donde se realiza la sinapsis. La comunicación se logra por medio de neurotransmisores que funcionan como llaves  que activan a las neuronas. Pero algunas  de esas llaves no se usan, y los investigadores de la UW creen que en ellas está Ia clave para entender cómo influyen los  genes en el comportamiento criminal.

Llaves extra
Una enzima llamada monoamina oxidasa A (MAO A) tiene la misión de destruir la producción excesiva de tres neurotransmisores -serotonina, dopamina y  norepinefrina. La mayoría de los cerebros  produce suficiente MAO A para  cumplir con ese trabajo, pero se ha detectado que los criminales suelen presentar niveles anormales de serotonina. Incluso Harm Brunner, director del departamento de genética humana del Centro Médico de la Universidad St. Radbout, de Holanda, encontró en 1993 que toda una familia de criminales padecía de un defecto en el gen encargado de la producción de MAO A.

Posteriormente, Oliver Cases, del Centro Francés para la Investigación Científica, estudió el comportamiento de ratones a los que les sustrajo el gen productor de MAO A. El resultado fue que los roedores mostraron un comportamiento impulsivo y valeroso. Se descubrió que en sus cerebros había niveles de serotonica nueve veces por arriba de lo normal.

De esta manera, la relación entre genes, química cerebral y comportamiento criminal quedó establecida. Sin embargo , tenía un punto débil: la mayoría de las personas con niveles anormales de MAO A llevan vidas pacíficas. Tenía que existir un factor adicional que provocara que alguien con este defecto se inclinara hacia la delincuencia.

Niñez accidentada
La respuesta se encontró en una observación que varios psicólogos hicieron mucho antes de que pensara que la delincuencia tenia orígenes neuroquímicos: los presos más violentos habían sufrido abuso infantil.

Con eso en mente, Terrie Moffitt, una psicóloga de UW, señalo que el estudio ralizado por su universidad pretendía descubrir si existe algún genotipo de MAO A capaz de proteger a niños maltratados para que no presenten comportamientos antisociales. “Genotipo” es el término técnico empleado para referirse a la información hereditaria que sirve como instructivo en la construcción y operación de las células .

Para saber si existía tal genotipo, el equipo de Wisconsin utilizó una base de datos armada en 1972 por investigadores de la Escuela de Medicina Dunedin, de Nueva Zelanda. Avshalom Caspi, jefe del proyecto en UW, dispuso que se analizara la información de 442 individuos con respecto a su genotipo MAO A y asu historial de abuso infantil, problemas judiciales, violencia y actitudes antisociales.

El resultado fue sorprendente: sólo 12 por ciento de las personas que sufrieron maltrato cuando niños tenían niveles bajo de MAO A, lo cual se repitió en la mitad de los presos de esa generación que habían sido encarcelados por crímenes violentos. “La combinación de maltrato y la variación genética multiplica por nueve las probabilidades de convertirse en criminal”. Dice Moffitt. En contraste, también se detectó que un superávit de MAO A vuelve a la gente más resistente a los traumas.

Moffitt afirma que es importante recordar que los bajos niveles de MAO A no predicen comportamiento antisociales. “Su relación con la agresión fue significativa sólo cuando el sujeto havía sufrido maltrato infantil”, aclaró. El estudio deja algo muy claro: el dicho de que “la violencia provoca violencia” ya tiene un halo de verdad científica.
Clic en cada página para ver más grande y claro
Genes criminales - Diciembre 2002

Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 55 - Diciembre 2002 - Número 12


Mecánica Popular-Copyright (c) 2010 Hearst Communications, Inc. All Rights Reserved.
Idea original de Mi Mecánica Popular por: Ricardo Cabrera Oettinghaus