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Click para ver más grande Estás leyendo parte de la revista de Julio de 1961
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William BeebeWilliam Beebe, hombre de ciencias y prolífico autor, ha recorrido el mundo entero estudiando la Naturaleza. También ha descendido a una profundidad de 923 metros bajo el nivel del mar en la famosa Batiesfera. Ahora, es director de la sección de ornitología de la Sociedad Zoológica de Nueva York
 
El Momento Culminante
 
EL TERMINO CULMINANTE es sumamente singular. Como interesante o emocionante, no tiene una verdadera definición o, por otra parte, puede tener un sinnúmero de sinónimos. Por ejemplo, fue muy emocionante para mí ese momento en que, después de resbalar por una empinada pendiente en las Himalayas y mientras me hallaba tendido en el suelo, sentí algo que lentamente se retorcía entre mis dedos y en que luego vi una enorme serpiente cobra apartándose de mí, en medio del polvo. y fue también un momento emocionante cuando observé la entrada de agua en la Batiesfera durante nuestro primer descenso. Pero ésos sólo fueron momentos emocionantes; ninguno de ellos merece el calificativo de culminante.

      Prefiero escoger un término diferente, uno cuyos sinónimos son sorprendente, desconcertante, asombroso, extraordinario, pero que contenga al mismo tiempo cierto elemento de lo desconocido.

      El momento a que aludo ocurrió cuando apenas contaba yo unos catorce años de edad. Me hallaba poseído de un enorme temor de hablar en público. Era muy fácil lo que. tenía que hacer: subir seis escalones hasta el escenario, saludar al director con un ligero movimiento de la cabeza y recitar en voz trémula y con la ayuda de mi maestra de oratoria toda una sarta de palabras que no encerraban significado alguno para mí. Por semanas enteras estuve grandemente preocupado. Casi no podía dormir. Un día, mi maestro de ciencias me dijo que dejara de pensar en el asunto hasta que me dijera él cuándo. Esto sólo contribuyó a aumentar mi preocupación; sin embargo, decidí obedecerlo. El día que me tocó presentarme ante los otros estudiantes de mi colegio, me pidió él que hablara sobre lo que había hecho en las orillas de Fundy, durante mi reciente viaje a Nueva Escocia. Subí al escenario y me vi transportado a un mundo enteramente diferente. Hablé y hablé hasta que el director me tocó el hombro para decirme que ya era suficiente, que ya había hablado durante más de diez minutos.

      Desde ese día, jamás he sentido ningún temor al presentarme cientos de veces ante el público, ni jamás he preparado una conferencia. Cada vez que hablo ante el público, me siento transportado a otro mundo; es posible que sea mi subconsciente el que resalta en estos momentos. Sea lo que sea, me parece que son dos personas las que están actuando al mismo tiempo; la una proyecta lo que yo quiero escribir cuando regrese al hotel después de la conferencia, mientras la otra persona dirige la palabra al público. Muchas han sido las ocasiones en que le he dicho a alguien después de la conferencia que hubiera querido mencionar un incidente en especial, y la respuesta ha sido que sí lo hice y en forma muy detallada. Aplicando un método algo difícil de comprender puedo hacer que otros compartan el placer de mis descubrimientos sin mucho esfuerzo de mi parte.

      Es algo sumamente curioso, y el temor ese tan grande que sufrí durante mi adolescencia todavía constituye una experiencia tan vívida, tan fresca en mi memoria que su eliminación continúa siendo el acontecimiento más sorprendente de mi vida, tal vez mi momento culminante.
William Beebe

Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 29 - Julio 1961 - Número 1



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Idea original de Mi Mecánica Popular por: Ricardo Cabrera Oettinghaus