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Click para ver más grande Estás leyendo parte de la revista de Junio de 1961
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Krafft A. EhrickeKrafft A. Ehricke ayudó a desarrollar el proyectil balístico alemán V-2 durante la Segunda Guerra Mundial. En 1954, se hizo ciudadano de los Estados Unidos, después de servir en el programa de desarrollo de proyectiles dirigidos de dicho país. Actualmente, es director del programa de vehículos siderales Centaur, de la General Dynamics Corp.
El Momento Culminante
      ES EL HOMBRE UNA CRIATURA pluridimensional, a un mismo tiempo favorecido y menoscabado con una existencia que se extiende tanto en el reino material como en el reino espiritual. De este dúplice enfrentamiento obtiene un don de sensibilidad superior al que poseen los demás seres vivientes que conocemos. No obstante ser ello así, un examen crítico de la sobresaturada vida de excitación que hoy conducimos, nos demostrará palmariamente que son pocos los momentos de emoción dotados de genuina importancia y de real trascendencia, en la vida de cada uno.

       Si amplío ese "momento" hasta cubrir varios meses, siempre breve espacio en toda una vida, puedo entonces discurrir sobre lo que considero mi momento culminante, a saber: el breve período de mi juventud en que obtuve el sentido de una misión para mi vida. Junto a la vida misma es ése el don más precioso que se puede recibir. Es el nacimiento espirítual que sigue al material; la sensación electrificante de haber tocado el privilegio de ampliar las fronteras humanas un breve trecho. Me aconteció con fuerza inesperada en 1929-30 en mi duodécimo año de vida.

       La secuencia de los hechos conducentes al cambio, fue simple. Estando en mi ciudad natal, Berlín, asistí al estreno mundial del profético film de fantaciencia: "Una Niña en la Luna." El Profesor Oberth, uno de los verdaderamente extraordinarios pioneros de los vuelos especiales, colaboró en ella como asesor científico. En la Navidad de 1929, recibí mis primeros libros sobre astronomía y vuelo espacial, y recibí también un pequeño telescopio astronómico. Con esos elementos y con el ánimo dispuesto, amplióse mi visión. Hacer que mi mente penetrara en las simas del espacio, desde la superficie selénica hasta las remotas galaxias, fue una maravillosa experiencia primera. Se abrió a mi mente el potencial grandioso de la humanidad señora del espacio, y por intuición sentí en un comienzo que la edad técnica, en la que me tocara nacer, sería capaz de cristalizar ese sueño. Antes de que el año 1933 llegara a su término, decidía yo firmemente consagrar mi vida a la misión de procurar que el ser humano expandiera su alcance hasta las regiones espaciales.

       Rememoro ese episodio con una intensa sensación de humildad, y de deber. En los sucesivos años fue esa decisión la guía de mi trabajo; la inspiradora de una fe firme en el destino cósmico del hombre, y me brindó las armas para persistir en la demanda y superar las adversidades personales opuestas al objetivo. Los años se ampliaron a décadas, pero ese momento permanece constantemente en mí, y se niega a transformarse en un pasado remoto envuelto en las nieblas de los años pretéritos que se han vivido ya.

       Si hacemos un análisis de las emociones que hemos vivido, ¿qué cosa puede haber más excitante que aquel conocimiento de sí mismo que ha obtenido al transformarse en carne propia la poderosa convicción de que se tiene ya una misión a cumplir en la vida?

       Puedo asegurar al lector, sin temor de equivocarme, que en todo el decurso de su vida no experimentará tan serenamente y con tan legítimo orgullo la sensación de ser el amo y señor de su propio destino, como en aquel sensible momento, en aquel conjunto de convicciones y circunstancias en el cual se entregue y consagre su vida a la causa de trabajar al servicio de un ideal que posea dimensiones superiores a las de sí mismo.
Krafft A. Ehricke

Fuente: Revista Mecánica Popular - Volumen 28 - Junio 1961 - Número 6



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Idea original de Mi Mecánica Popular por: Ricardo Cabrera Oettinghaus